VAMOS A DEJAR DE SER OFRECIDOS, VALE?




Lo que a uno le dan mucho sin pedirlo, despierta sospecha.

Les pongo un ejemplo: 

Usted va por un parque y de repente se encuentra con una señora que no conoce de  nada, ella va con una canasta de helados y se le regala uno. Porque sí, porque quiere, puede y sin mayor explicación.

En el primer momento, lo puede aceptar con algo de pena. Puede pensar que es una persona muy generosa por el detalle que acaba de tener. Si tiene muchas ganas, destapa el helado y se lo come ahí mismo y hasta lo disfruta. 

Pero si no tiene tantas ganas y le da un momento para pensar, se puede preguntar. ¿Porqué me regaló el helado, porqué ese helado, porqué a mi y quien es ella?

Puede que en ese instante mire con atención a la señora, a la canasta y verifique el empaque del helado. Es más, hasta le puede buscar con atención la fecha de vencimiento. Ahí decide si se lo come o no.

La otra cara de la moneda, es que sencillamente usted no tenga ganas de comer helado, porque es alérgico, porque no le gusta, porque se acaba de comer uno y esta hastiado o sencillamente porque no recibe comida en la calle. Entonces por esa razón usted no lo acepta

Pero si la señora insiste que le quiere regalar ese helado que se lo coma. Automáticamente las pocas ganas de helado se anulan y la situación se torna incómoda. Porque lo que es regalado con insistencia, desagrada.

Pasa lo mismo en las relaciones. Si usted está ahí como señora con un canasto ofreciéndole ese mercado una y otra vez insistiendo y no se lo aceptan, claramente es porque eso que usted tiene un producto que a la otra persona no le interesa.

En el sexo ni se diga, ese polvo rogado es polvo salado. Así es que si es usted la señora del canasto que insiste que le acepten su producto, es posible que mejor cambie de parque antes que todo su producto termine descongelado.

Y recuerde no acepte un helado que no se piensa comer y no ruegue por amor o polvo. No se arrastre por tan poco.

mtw

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