EL GURRE FUGITIVO



Hace algunos años, conocí a través de internet a la persona más guapa que jamás había visto hasta ese momento de mi vida. En realidad, perdón, fue esa persona quien me "levantó". De hecho, cuando esta persona se puso en contacto conmigo, en un primer momento pensé que era una especie de mala broma, pero de todos modos acepté, más por curiosidad que por optimismo, la propuesta de tomar un par de cervezas juntos.

Nunca antes había salido con una persona tan guapa. Era tan impresionante guapa que me bebí ese par de cervezas rápidamente y salí corriendo. No fui coqueto ni nada por el estilo. Solo hablé lo necesario y hui como un cobarde, y sí, soy consciente de que fui un completo idiota.

No me pareció algo normal. Nunca antes me había relacionado con alguien tan espectacular. Esta persona estaba en un nivel de atractivo mucho más allá de mis alcances y me abrumé tanto con profundas preguntas nublaron mi razón.

Por ejemplo: me pregunté si tenía algún problema grave de visión. También me cuestioné si la fragancia que estaba usando contenía alguna especie de feromona. Me pregunté si todo esto era un sueño, una fantasía o una cámara escondida. Incluso me pregunté si toda mi vida había estado conformándome con lo básico y ahora descubría que tenía la capacidad de apreciar lo gourmet. O si esta persona era "gurrera" y yo era su "gurre".

Nunca encontré respuestas satisfactorias para estas profundas preguntas. Sin embargo, no podía lidiar con la idea de que la única respuesta clara era que "yo era el gurre".

No quiero que pienses que tengo problemas de autoestima, porque he trabajado mucho en mi amor propio y soy plenamente consciente de mis capacidades, pero también es cierto que la situación era muy sospechosa.

De manera paradójica, hace una semana, una persona me contactó a través de Instagram. En realidad, me parecía cero atractiva, pero de todos modos decidí responderle porque empezó a entablar una conversación. Todo estaba bien, hasta que en medio de la charla, me dijo que que quería repetir lo que había sucedido unos años atrás.

Fue entonces cuando me di cuenta de que yo también había gurreado y no lo recordaba. Además no había posibilidad de repetir el mismo error. Después de todo, una ley de superación implica cometer nuevos errores, no repetirlos.
Entonces sentí alivio, porque que pereza ser el gurre tragado que anda pidiendo repitis, por eso prefiero quedar como el gurre fugitivo y no como el gurre arrastrado. 

Mat

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