PARA SOBREVIVIR A UNA SALA DE URGENCIAS


Para empezar no me gustaría que usted tuviera que ir a una sala de urgencias por un quebranto de salud. Pero estoy seguro que con las ganas no se ha quedado. Porque para ser honesto, cuando uno termina esperando en una sala de urgencias, es porque el remedio casero no funcionó, no hubo manera de detener el sangrado, usted va a parir, la ambulancia no lo dejó allá tirado o está acompañando a alguien que no puede solo con su maluquera.

Nadie, ni siquiera los mismos empleados de un hospital, les gustan las salas de urgencias, aún estando en una urgencia. Pero si algo le enseña a uno la vida, mi querido amigo, es que para sobrevivir en este lugar y salir (Porque desde el momento que usted entra queda secuestrado) necesita tener un 50% de nivel patológico (una razón para estar en ese purgatorio) y un 50% de calidad actoral, porque esa prueba de talento puede hacer la diferencia entre esperar dos horas o dieciocho para ser atendido.

Yo sé que está mal, pero si usted va a una sala de urgencias y no tiene la mitad del niño afuera, se está desangrando o al menos se pega una desmayada, la verdad es que no lo van a atender en las próximas cuatro horas. Así que uno tiene que subirse a su pequeña tarima y la vaina sí o sí tiene que ser creíble porque los médicos saben detectar un mal actor a kilómetros, están altamente calibrados para determinar si es un show barato o si realmente alguien está a punto de morir.

Es más, yo descubrí que tenía madera para la actuación en una sala de urgencias. Porque, a pesar de tener una urgencia y sentir que me podía morir (y de hecho, si fuera a morir, no lo haría en una sala de estas), sé que tengo que ponerle corazón a mi sintomatología para que alguien se apiade de mí y no me deje olvidado en esas sillas brutalmente incómodas. Porque hay que decirlo, un sitio donde las sillas son más incómodas es el mismo donde uno tiene que pasar la mayor cantidad de tiempo: en las urgencias.

Pero retomo, en estos recintos que lo enferman a uno el doble de lo que ya está, he dejado un alto derroche de talento, lágrimas y súplica acompañado de retorcijones, sudor y mucho drama, para que me dieran un turno en un buen show de 45 minutos de espera. También he tenido malos días y me han puesto a esperar 6 horas. Y no soy siempre tan perdedor, en ocasiones no he alcanzado a sentarme en las sillas de la sala porque he entrado inconsciente a las urgencias, pero eso es otra historia.

Y aunque el sistema de salud de Colombia deja mucho que desear, todos tenemos historias en las salas de urgencias porque quieran o no, es uno de esos lugares que mínimo una vez en la vida tenemos que visitar, así, muy en el fondo, no lo queramos.

Mat

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